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Con el boom de dulces convertidos en juguetes eróticos, ya a todos los manes les dio por sorprender a la mujer embadurnándola de productos azucarados en su cuerpo, como la Nutella. Tanto  que en algún momento la mujer piensa: “Que me coma este malparido y no las hormigas que se me están subiendo”.

Pues les cuento mi experiencia cuando probé por primera vez el Halls negro con fines maliciosos. Resulta que estaba empezando con una novia y estábamos en las mieles del encoñe, moteliábamos a lo que marcaba esa tarjeta de crédito (su vagina me hizo reportar a Datacrédito) y una noche antes de irnos de faena, ella compró un cigarrillo a la salida de un bar y los dos miramos con sevicia la barrita de Halls negro, sonreímos y yo compré ese cartucho de 10 pastillas que provocan 70 orgasmos.

Llegamos al motel, empezamos el ritual del “pre” y, después de un rato, estábamos tan calientes que ese Halls estaba que se destapaba solo. Cucos afuera y yo estaba en esa extraña posición entre amante devorador de vaginas y médico haciéndole la citología, destapé el confitico mentolado para hacer uso de sus facultades morbosas (ninguno de los dos lo había hecho con Halls negro) y con él en la boca, me fui a juguetear y hacer maldades en su entrepierna.

Todo iba del putas, el Halls estaba cumpliendo con la promesa de la que mucha gente hablaba: Enloquecer de placer a la víctima. Llevaba como 10 minutos sacándole gemiditos como si fuera máquina tragamonedas cuando uno se gana 10.000 en monedas de 50. Ella estaba, literalmente, levitando de la cama, se le blanqueaban los ojos, apretaba la sábana (no le faltaba sino hablar en latín para ser un exorcismo) y cuando estaba en su clímax… ¡Se me perdió el hijueputa Halls!

Yo, obviamente, no podía parar para que ella pudiera llegar a la tierra prometida del orgasmo, pero dentro mío estaba la preocupación, ¿dónde putas estaba el Halls?; sin soltar mi presa, yo con los dedos buscaba alrededor de sus piernas y nada, en la sábana y nada… me tocó meterle los dedos a su lugar sagrado haciéndole creer que la estaba masturbando cuando ¡oh sorpresa!… allá estaba el confitico.

Lo incómodo de la historia no es que se me haya perdido el Halls dentro de ella sino que, cuando ella llegó, apretó las piernas y se volteó ¡SIN YO PODER SACAR EL HALLS A TIEMPO!

Ella dijo que había sido el sexo oral más brutal de su vida y aún debe andar con ese Halls por allá adentro, todavía me pregunto: ¿Qué será de la vida de esa pastillita? ¿La incubó hasta convertirse en un Halls grande y fuerte? ¿Lo abortó?

Desde ese día nunca volví a usar el Halls para fines sexuales, me da miedo ir por el mundo dejando cosas dentro de las mujeres que no sean mi néctar.

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