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ME FUI PARA AMAZONAS [Parte 2]
El avión tuvo un retraso en el aeropuerto de Medellín e iba completamente lleno. Lo que yo jamás sospeché es que todos los pasajeros iban para el mismo hotel. Nos quedamos en el On Vacation y parecía un COMFAMA, ¡Qué gentío!
Mi plan de relajarme en la selva se convirtió en un paseo comunitario, ya le tenía más miedo a los niños en la piscina que a los jaguares.
Llegamos a Leticia y qué calor tan asqueroso, casi me da una trombosis bajando del avión. Cogimos taxi, luego lancha y debo reconocer que tuve mucho miedo, no por el río Amazonas sino por un gordito que llevaba ladeada la embarcación. Yo hacía chistes como un verraco porque sabía que cada chiste podía ser el último y quería ahogarme contento. Hasta él se reía. Su sonrisa era como entre tierna y una mirada de: “los voy a ahogar a todos malpariditos”.
Mi Dios es muy grande y llegamos ilesos al hotel.
En el hotel no nos asignaron la habitación de una sino que nos recibieron con una charla. Eran las 6:00 pm y los zancudos empezaban a picar sin clemencia. En 20 minutos llevaba 8 picaduras en los tobillos, como si esos desgraciados no me quisieran dejar caminar. Obvio me senté al lado del gordo para que ellos me dejaran descansar a mí y lo picaran a él (ya con Chicho había hecho maestría en el tema). Los zancudos en el gordo parecían como comiendo un buffet y él ni cuenta se dio.
Estuve en una reserva ecológica. El guía en un momento dado nos mostró unas serpientes y dijo “saber que una serpiente es venenosa es muy fácil: si tiene la cabeza triangular, es venenosa”, como si uno en plena selva tuviera tanto tiempo de repararla: “eh, eh, eh, un momentico, quedese quieta yo reviso si sos venenosa”… no creo que las serpientes se presten para eso.
El paseo no salió como la aventura que esperaba, el máximo contacto que tuve con la naturaleza fue… ¡Un hijueputa ratón! Desde la segunda noche no dejaba dormir, como que a nosotros nos alojaron en el malparido nido de ese rata porque ¡jodióóó!… parecía como reclamando su territorio. Yo la primera noche creí que me estaban asustando, tanto que intenté despertar varias veces a mi novia, le decía: “Amor, escuchás eso?”, “Mi vida, hay ruidos raros”, “Oiste van a dejar la alcoba en obra negra” y ella muerta, ¡Hasta la olí para saber si estaba viva! Yo seguía hablándole así como media hora y nada, ya me estaba asustando más el sueño de ella que el espíritu, cuando por fin medio se despertó me dice medio enojada “pero a la próxima despiérteme con más tacto” ¿AHHH? ¿Con más tacto? ¡Qué tal la conchuda! Si llevaba la mitad de la noche en esas. Creo que con lo del tacto se refería a que me tocaba pegarle con algo contundente en la cabeza para traerla de ese coma profundo. A la próxima la llamo con la ouija.
Lo más memorable del viaje fue que… ¡pude ver los delfines rosados! Existen, no es mito (me habían dicho que eran más escasos que los pezones de ese color), vi muchos, hermosos, saltando del agua, como guiándonos el camino. Fue maravilloso ese momento. Sin duda las fotos mentales que no olvidaré jamás.
También visité la isla de los micos, comunidades indígenas, Puerto Nariño (hermoso) y Tabatinga en Brasil.
El momento triste fue cuando estuve en Puerto Alegría, Perú. Era parte de un tour que ofrecían y quiero decirles que no me gustó para nada, de alegría no tiene nada, el estado como tienen a los animalitos es penoso, la mayoría están mutilados y en condiciones deplorables, por ejemplo, nos reunieron afuera de un bar (cantina) con música a todo volumen y nos preguntaron quiénes queríamos foto con una boa. Cuando ya estaban los que querían, va saliendo el man que atendía dentro del bar con la boa, la tenían ahí adentro, con ese bullicio. Tras de que está en cautiverio le toca aguantarse esa música tan inmunda. Mi recomendación es que no vayan allá, es muy triste ver a los animales en pleno Amazonas de esa manera. Los pobladores tienen a los animales presos y los ven sólo como una fuente de ingresos, no se les ve el espíritu de preservación.
Me tocará volver porque no vi a Kápax, sólo lo vi en una estatua que tienen de él afuera del aeropuerto.
Regresé a Medellín con la tiamina intacta, el repelente a medias y el alma llena, definitivamente la plata destinada a paseos no es un gasto, es una inversión.
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