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Me gusta una mujer que tiene mucha plata, tanta que cuando salgo con ella me siento como María la del barrio. Es divina, el gobierno debería rebajarles impuestos a las mujeres lindas que se metan con un pobre, para incentivar el status quo en la sociedad, la riqueza quedaría bien distribuida. Que en la DIAN haya un letrerito que diga: “Presentando un pobre se le aplican beneficios en la declaración de renta”.

La urbanización donde vive es muy lujosa, tanto que el vigilante me ve llegando en el Twingo y me dice “parquéelo en las bicicletas”, hasta las bicicletas que hay allá valen más que mi carro! Yo siento que entro en el twingo y le pego una desvalorizada a ese parqueadero. Hasta el vigilante le dice a ella “Ese tipo no le conviene, dejó esto ensolvado a gasolina corriente, gas”.
Ella parece llevar la vida perfecta y yo me le vendo como lo que a ella le hace falta: problemas y deudas.

A mí me da hasta pena retirar plata en un cajero delante de ella, uno apretando culo para que no le hayan descontado la cuota de manejo y le entregue los únicos 20.000 que le quedan, mientras que ella va y retira y tiene tanta plata que en el papelito del saldo le sale “ERROR”. Yo me siento tan fletero esperándola afuera del cajero, gas.

Los pobres tenemos sabor, somos más felices, los tipos ricos son como aburridores, yo creo que ahí radica que ella me haya echado el ojo, quiere vivir esa adrenalina de salir con un pobre, de enfrentarse a otras cosas, de salir de su burbujita e interactuar con el SISBEN.

Lo bacano de que una vieja con plata se fije en alguien de escasos recursos es que debe ser un gusto sincero porque pudiendo aumentar su capital con un cirujano, un ingeniero o un senador, decidir querer compartir tiempo con uno es del putas, que mi carisma compense la falta de billetes moraditos.

Mi aspiración es vivir bien pero no tener más plata de la que me voy a poder gastar o necesite, mi sueño es cogerla de la mano y recorrer medio mapamundi, el otro medio con la plata de ella.

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